
Una noche de viento, entró por la puerta el silencio. Vestido de azul y con guantes negros. Venía con ganas de quedarse pero la ventana abierta le fastidiaba. Entraba más aire de lo que él esperaba. Estaba todo más quieto de lo que él quería. Se quedó en un rincón. Suspiró. Miró la luz tenue. Suspiró. Tuvo miedo. Se dejó vencer. Le intimidaron tanto aire y tanta noche. ¡Qué pena! Se puso nervioso el silencio. Un antiguo sabio proclamó: “Cuesta, cuesta mucho estar en silencio, tolerar el viento, ver pasar la noche, y claro, lo que más cuesta, es espantar el miedo”.